Carta 10

Martes, 23 de septiembre

Lamento tremendamente invadir tu espacio y más, entrometerme en tus segundos, que están destinados a todo el mundo, sin excluirme, por supuesto. (Aclaro que no estoy siendo irónico).

Y que cada palabra tuya, que a veces creo y que me hacen bien por lapsos, sean lo que son: palabras. Quiero decir, frases llenas de sinceridad, de amor, de ternura... ¿Lo entiendes? Para que no haya remordimientos, porque no deseo que los tengas, diré que estoy siendo injusto y que digo cosas de más. Diré que no mereces que te trate así, porque no has hecho nada, en absoluto. No, claro que no, si algún culpable existe, ese soy yo. La culpa, desde luego, tiene que ver con mi irracionalidad, con lo poco comprensivo que suelo ser a veces.

Pero seguramente algo tengo que alegar. Quizás me haría no sé si bien, detenerme a pensar en cada detalle (injustificados, obviamente) que me atrevo a observar en ti cada cierto tiempo, con demasiada premonición y mucha intrepidez, considerándote parte mía con insolencia (sí, con mucha) y para desgracia, por ser tanta mi ingenuidad, arguyendo en tus respuestas tan nutridas de carisma, una mueca de conformismo. Quizás me haría bien, digo, porque ahora quiero sentirme despreciable, injusto, muy merecedor de todo aquello que me atormente en lo que reste de la noche. Sin embargo, a pesar de todo, como todavía no he desfallecido y los malos recuerdos aún no me vuelven psicótico, podría, creo yo, extenderme en tus arrebatos de seguridad efímera y refugiarme en alguna excusa, para seguir de pie. Debería dejar de lado todas mis dudas y creer en ti, con exagerado asentimiento y sin importar el que un día me digas "no me importa lo que diga la gente" y otro "hay mucha luz"; Debería entender con lógica acertada que no me tocó ser aquél que enrumbó tu vida dándote una parte de la suya y que cree que mereces un "mundo mejor", y dar por hecho que no hay otro espacio más sagrado que ese que él ocupa; Debería minimizar cualquier acercamiento de todos tus pretendientes, porque tú eres la que decides, como siempre dices, y no exaltarme nunca. Ser un personaje que calla sus dudas, que lo asimila todo, que está en casa y que cuando le dices, así con frases que expresan insignificancias: "Dijo que vendría y le dije que sí", no se sienta para nada incómodo y menos intente hacer llamadas inoportunas; Debería ser lo que quieras, todo en la oscuridad, nadie en los lugares iluminados... Y claro, lo más primordial se me está yendo: Mucho mejor sería que no te diera lástima con mis lágrimas y no fuera tan... tan... Ya sabes lo que debería, y acaso no sea suficiente detenerme aquí; pero ya no puedo seguir. Lo siento, a pesar de todo. Perdóname por ser muy humano a veces.

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