Los recuerdos negros (Vallejo)


Hubo golpes en la vida de Vallejo, tan fuertes... ¡Yo si sé!
Golpes como aceptar sus orígenes, descubriendo ante ellos
la resaca de toda su falsa vida europea,
empozada en su verdadera alma... ¡Yo si sé!

Son muchos, en verdad lo son... Abrieron tantas arrugas
en su rostro de cholo, obligándolo a fingir su nueva cultura.
Pero fueron tal vez, siguiendo su ejemplo, sus mismos compatriotas
los que hicieron de él, un ser presto a moldearse de forma segura.

Me moriré en París, decía, buscando aceptación;
ese era su más grande deseo, y anhelaba de aquel país su panteón.
Para lograrlo y para no en vano morir, ante todo dispuso posar;
posar en posturas de pensador mientras era fotografiado.
Así reforzó sus intenciones, logrando que al fin le brinden atención.

Y vallejo... ¡Patriota... Patriota! vuelve los ojos a su país,
para hablar de pobreza, de injusticia, obligado por el clamor de los suyos;
vuelve por obligación como lo hace un hipócrita, y entonces toda su vida,
se empoza en un charco de mentiras, haciéndole soportar su triste verdad.
Hubo golpes en la vida de vallejo, tan fuertes... ¡Yo si sé!
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Un héroe anónimo

Al final, todo acabó como él, nuestro héroe de esta historia, quiso que fuera. Hubo un día, sí, que se sintió muy seguro de levantarse a toda prisa y correr, llegar primero, ganar, sobre todo ganar. Pero el camino tuvo muchos obstáculos, abismos en los costados, lodo… No, no era tan fácil su avance, aquello lo comprobó muy pronto, después de que se viniera abajo con el primer tropezón. Y entonces sufrió mucho, porque las caídas duelen, enferman a veces; no obstante el dolor más profundo tuvo su origen en la desesperación que le produjo la impotencia. Estar ahí, detenido, inmóvil, sin poder dar un paso, viendo a las avecillas volar y cantar, recordando con añoranza los buenos tiempos, nostálgico (“Érase una vez un héroe de verdad que murió patéticamente por un simple tropiezo…”). Detenido, vertiendo sus pasos contra sí mismo. “¿Qué no lo vez?” No, nada. Suelen ser muy oscuras las travesías, luego la negrura de la noche, el frío viento, los dolores que cada vez avanzan más, hasta lo más profundo, la estoica paz que se ahonda con cada sufrimiento…, y en fin, pronto amanece y al menos hay una seguridad de que el sol va a calentar un poco.

Finalmente su gran día se fue volando, desapareció en el infinito, murió. Sin embargo, aún perdido, este día siguió latente en su cerebro. Eran escenas ficticias nada más, vagos recuerdos; pero ahí estaba en ciertos lapsos, asomándose a su credulidad. Entonces era una gran hazaña su vida, un complemento de todo lo humanamente vivido. Grande, sabiondo de los conceptos que atañen a los letrados, conocedor del arte y otras expresiones, reflexivo, un héroe, sí, veredicto final de su doctrina. Claro que, en todo caso, siempre habrá mucho de ficción, engaño, estafa, ¡y qué!, ¡vale el momento!, ¡importa las expectativas del presente!

Acabó mal, ya lo sabemos. Se dejó caer, su cuerpo rígido se fue encogiendo aún más, hasta comprimirse y formar parte de la estulticia inerte que lo conforma el todo. En adelante, tampoco lo ignoramos, él, nuestro héroe caído, será como todos nosotros. O quizás suceda, en el mejor de los casos, que olvide todo y enloquezca.
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Carta 12

Ya no me siento solo


En parte, ya no me siento tan solo, ni triste, ni tengo ese dolor de cabeza abrumador que suele perseguirme con insistencia, ni me duele el estómago. Tampoco hace frío ya: esta tarde más bien está calurosa.


Afuera, creo yo, el mundo sigue conspirando contra mí. El plan que tiene, yo lo intuyo, es macabro: cuando logre verme desprotegido y sin defensas, me aplastará como a un gusano. Toneladas de tierra, lodo, arena y más, veo venirse por mis espaldas, sepultándolo todo (también a mis rastros).

Implica mucho estar vivo para saber lo que a uno le espera. Hay malicia, incertidumbre, arrepentimiento, miedo, hasta cierta consigna y grado de intelectualidad en cada pronóstico por vivir; pero la razón de sabernos vivos no radica en saber lo que debe sucedernos, todo lo contrario, el "no saber" comprende un universo de perspectivas y cosas nuevas.

Es como se quiere estar. Entonces la muerte se consuma patética y hostil, venerable, muy ensimismada en su soberbia. De ella (de su oscura boca), miles de versos fluyen ostentosos, versátiles, mostrando en cada figura un escenario fútil, nada novedoso pero incomprensible para cualquiera.
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